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Los derechos de la mujer

Por Mn. José María Montiu de Nuix, doctor en filosofía, matemático, socio de CiViCa           

Recientemente algunas personas han vuelto a asegurar que el aborto es un derecho de la mujer. Que lo que han afirmado sea cosa absurda y descabellada no significa que no resulte interesante reflexionar al respecto. Pues, habrá sido grande la contribución de dicha ideología a la existencia de un número tan elevado de abortos.  

Ante esta corriente abortista caben dos opciones: ser libre o dejarse arrastrar por la misma. Se deja remolcar quién es conformista con esa al haber renunciado a pensar cosa alguna. Ha apagado la luz de su entendimiento y se ha dejado llevar por la corriente. Pero, pensar, esté o no de moda, es lo que distingue al hombre y a la mujer de los animales irracionales. La mujer madura es capaz de no obrar según aquello de “a tontas y a locas”, es capaz de no actuar con precipitación, es capaz de no dejarse arrollar por las opiniones, es capaz de no decir a todo que “sí”, es capaz de hacerse preguntas, de formularse interrogantes, de tener sentido crítico, de tener personalidad propia, de saber sospechar cuando sería muy disparatado no sospechar. De esta manera es más ella misma, más libre, más liberada, no queriendo ser esclava ni encadenada.

Se constata que la corriente que defiende que el aborto es un derecho de la mujer evita cuidadosa y sistemáticamente que las mismas vean y sientan lo que en ellas hay desde el momento de la concepción. Une pues el “derecho de la mujer al aborto” y el ocultarle lo que ocurre desde la concepción. En la práctica pues, su ideología afirma haber dos derechos: “el derecho de la mujer al aborto” y el “derecho de la mujer a ser ignorante”. Pero la ignorancia es una de las cadenas que más esclavizan. Así lo que se ha procurado es esclavizarla. La que quiera ser libre, por el contrario, querrá conocer, ver, sentir, juzgar, liberarse, rebelarse, romper las cadenas.    

A la afirmación de que el aborto es un derecho de la mujer va unido el empeño por silenciar algo de necesario y grande interés para todas: los traumas post-aborto, padecidos por tantas mujeres. Así pues, afirmando defender los derechos de la mujer, han silenciado, incoherentemente, que estas mujeres tengan el derecho de ser oídas. Redundando ello, pues, en procurar ignorancia y en menoscabo del derecho de todas las mujeres. Estos abortistas no estaban pues defendiendo los derechos de la mujer.     

Las quieren ignorantes porque saben que el genio femenino tiene extraordinaria facilidad para amar a los hijos aún no nacidos, cuando los ven y sienten.  

En suma, las mujeres inteligentes y maduras, de cualquier ideología que sean, pueden constatar que quiénes afirman que “el aborto es un derecho de la mujer”, ocultan lo que tendrían que mostrar. Por ello, la reacción natural, lógica, inteligente, consiste en querer ver, querer sentir, no dejarse arrollar por la ignorancia. Caerán entonces las pesadas cadenas de la ignorancia con las que las quería esclavizar. Estarán entonces en mejores condiciones para poder conocer la verdad de las cosas. Verdad que no es otra que ésta: el concebido aún no nacido tiene derecho a vivir.