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Entrevistas
31/5/2010
Dolors Voltas entrevista a Helena Cambó
Sra. Cambó, usted fue una de las primeras en firmar el Manifiesto de Académicos a favor de la vida humana desde su concepción hasta la muerte natural. ¿Qué opinión le merece esta rápida eclosión de CiViCa?
Yo, que no soy ni investigadora ni profesional, me he quedado admirada de la seriedad de esta asociación y deseo muy sinceramente que puedan promover, al máximo, sus magníficos objetivos. Me parece un gran honor, participar de alguna forma en ellos con mis opiniones en esta entrevista.
Su nombre es ampliamente conocido y valorado. ¿Se ha plasmado este reconocimiento en la reciente concesión de la Creu de Sant Jordi por la Generalitat de Catalunya?
El hecho es que debo al ambiente y a las personas que me han rodeado encontrarme en una situación privilegiada que siempre he agradecido. Incluso ahora, en el momento de recibir la Creu de Sant Jordi ya que es un galardón que reconoce lo que se ha hecho por el país, en campos bien diversos de la sociedad, como el arte, el trabajo, la educación y otros muchos valores. Hago esta referencia, ya que al definir el motivo por el que se me ha concedido esta distinción -en el área cultural- se ha recordado la tarea inicial de mi padre, Francesc Cambó y la continuidad de mi esposo, Ramón Guardans.
Es conocida su postura y colaboración activa a favor de las mujeres que por motivo de su maternidad se encuentran en apuros. Y en consecuencia su rechazo a todo tipo de ley abortista.
Creo que mi pertenencia a Pro Vida de Catalunya deja bien claro cuál es mi compromiso. Frente a cada caso en particular, siempre he sentido una enorme pena por la madre: he pensado en la inconsciencia que la ha llevado a esta situación de un hijo que estorba y también en toda la angustia que debió sufrir hasta llegar a esta terrible decisión; y reconozco que la sensación de impotencia frente a ese ambiente que nos rodea me apabulla. Intento luego elevar el nivel de mi reflexión; aquella decisión se basa en un planteamiento erróneo: el del dominio absoluto sobre nuestro cuerpo y nuestra vida y, por lo tanto, la capacidad de hacer con ellos lo que nos plazca. Y, frente a este error y este orgullo, veo clara una cosa -independientemente del factor "religioso"- y es que para los creyentes la vida es un don de Dios, que no nos pertenece, del que somos depositarios, transmisores responsables, nunca dueños. Pero es que veo que para los no creyentes, la vida también es un valor demasiado serio para ser una minúscula propiedad privada. La vida fluye como parte del Universo, de la Naturaleza que nos rodea, la recibimos, la transportamos, la entregamos porque la hemos recibido como un don, pero no es nuestra. Esta visión de que no somos seres autosuficientes lanzados al azar sino que somos parte de algo mayor: don de Dios para creyentes, pero participación en el universo para todos; esto nos llevará a una reflexión que ilumina por igual la eutanasia o la pena de muerte. Esta es quizás la humildad que nos falta.
¿Desea añadir algo más en relación a estas cuestiones?
Quiero añadir que siendo evidente que ante el aborto hay problemas a todos los niveles: de educación, de pobreza, de valores; creo que hay un tema, que en esta sociedad tan imbuida de nuestros "derechos", debería ser indiscutible y es el derecho de los facultativos para actuar, en conciencia, ante cada situación y para reclamar esta libertad ante quien sea. Me gustaría terminar diciendo que he procurado que el hecho de haber tenido 14 hijos (todos bien, gracias a Dios) no fuera un argumento, aunque puedo decir que ha sido muy enriquecedor.
Entrevista en PDF
Curriculum Dña. Helena Cambó
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23/12/2009
Entrevista al ginecólogo español Esteban Rodríguez. El derecho a objetar
Por Carmen Elena Villa En Zenit org
Luego de la amplitud a la ley del aborto que el pasado jueves dio la Cámara de diputados española que estipula los 16 años como mayoría de edad para abortar sin permiso de los padres y considera la "interrupción del embarazo" como un "derecho de la mujer", el ginecólogo Esteban Rodíguez aseguró que seguirá recurriendo a la objeción de conciencia "hasta las últimas consecuencias".
En España, desde que el Gobierno empezó a promover la ampliación de la ley del aborto, representantes del Ejecutivo y del PSOE han subrayado en diversas ocasiones a la necesidad de limitar el derecho a la objeción de conciencia del personal sanitario y ven "con preocupación", que por el hecho de que los médicos acudan a este mecanismo, se pase el plazo para que las mujeres puedan ejercer el "derecho a abortar".
ZENIT entrevistó al doctor Esteban Rodríguez Martín, miembro de la plataforma Ginecólogos por el Derecho a Vivir (DAV), con más de cien médicos especialistas de toda España. Es el primer médico que se ha declarado objetor del diagnóstico prenatal, que se está utilizando con fines abortistas.
-¿Por qué usted ha tenido la osadía de manifestar el tema de la objeción de conciencia de manera pública y de invitar a muchos médicos a que lo hagan?
Esteban Rodríguez: Porque soy un hombre libre y no un esclavo. Porque soy médico y mi misión es defender de la vida, la salud de la mujer y la libertad de ciencia y de conciencia de los médicos para actuar conforme al deber deontológico. Porque asumo que estamos en unos momentos históricos en los que creo necesario dar un testimonio público vivo y valiente en defensa de la cultura de la vida, en comunión con las exhortaciones que nos han hecho tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI. Y porque no estoy dispuesto a darle al Cesar lo que es de Dios.
-Como ginecólogo ¿de qué manera ve usted que la cultura de muerte se ha cebado contra los médicos especialistas en este campo?
Esteban Rodríguez: Se nos obliga a asumir la mentalidad eugenésica y anticonceptiva que considera el embarazo como una enfermedad. Algunas universidades y sociedades científicas han asumido esos postulados ideológicos que han sido impuestos a través de leyes en algunos países como el mío.
-¿Le han solicitado practicar abortos? ¿ha tenido que objetar?
Esteban Rodríguez: Sí, en más de una ocasión. He tenido que negarme a participar en un aborto por enfermedad fetal. He tenido que negarme a cooperar en los programas oficiales destinados al diagnostico prenatal de malformaciones, diseñados para permitir el aborto eugenésico como una de sus finalidades, cuando la medicina no es capaz de proporcionar soluciones terapéuticas o cuando, habiéndolas, los padres deciden tener que pasar por el esfuerzo que requerirán los cuidados y crianza de hijo discapacitado o enfermo, argumentando una falsa humanidad o falsa piedad. He tenido que negarme a la inserción de dispositivos intrauterinos y a la prescripción de fármacos antiimplantatorios que acaban con la vida con la vida del ser humano en sus primeros días de existencia.
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