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El cuerpo, los cuerpos, y… lo más importante
Por José Manuel Belmonte (Dr en Ciencias Humanas por la Universidad de Estrasburgo, miembro de CíViCa)
Últimamente, aquí, hasta el más profano saben que el cuerpo es importante. Antes y después de muerto. Antes, porque forma parte indisoluble de la vida temporal. Y después, por lo que fue y por lo que puede revelar.
El cuerpo de un secuestrado, robado o desaparecido, es esencial para su familia. Si además se sospecha o se sabe que ha sido violado, maltratado y muerto, encontrar el cuerpo del ser querido es una obsesión y un tormento tan profundo y largo como las horas del día y de la noche. Pero además, jurídicamente, es la mayor prueba del delito. Para enjuiciar al culpable o culpables es importante encontrar “el cuerpo del delito”. Por eso, los criminales, intentan hacerlo desaparecer.
Es natural el sentimiento de empatía con los padres de Marta del Castillo, y de tantos otros desaparecidos, en cualquier parte del mundo. Tenían todo el derecho a disfrutar de la vida de su hija y tienen todo el derecho a exigir el cuerpo de su hija. Por lo menos a saber dónde está para darle sepultura, y cerrar la brecha sangrante de su ausencia. Y tienen derecho a reclamar que el peso de la ley caiga con todo su rigor sobre el o los asesinos.
No habrá nadie, bien nacido, que no esté de acuerdo en lo que acabo de decir. ¡Nadie tiene derecho a quitar la vida a nadie! ¡Nadie puede arrebatar a sus padres y a la sociedad el derecho a dar conveniente sepultura a uno de los suyos, fallecido de muerte natural o asesinado! La policía científica, judicial, las fuerzas y cuerpos de seguridad y los jueces, no deben escatimar medios para hallar la verdad, encontrar los cuerpos y esclarecer la verdad.
Habría que añadir: ¡SIEMPRE! En todos los casos, en todas partes y en cualquier país. ¿Por qué? Porque hay atrocidades de conveniencia, cuerpos destrozados de seres humanos que desaparecen y la sociedad hipócrita lo ve como normal. No tienen el consuelo de una tumba. Y lo que es más triste, ni la policía, ni los jueces, ni la familia, ni la sociedad los reclama. Dicen los expertos que ¡sólo vemos lo que queremos ver! Parecerá absurdo, porque “el ojo no puede elegir, tiene que ver” (W.Wordsworth). Pero también es verdad, que según la ley de Fechner (1860), la respuesta a la magnitud de una sensación está en proporción a la intensidad del estímulo. Pero se mira hacia otra parte si han vendido que no es políticamente correcto.
Una aproximación a lo que acabo de decir. Hoy 3 de noviembre ha sido detenido un hombre de 48 años en una localidad de Ciudad Real, en el centro de España. Razón, su relación con el fallecimiento de un recién nacido, cuyo cadáver fue descubierto después de que su madre falleciera tras el parto.La madre del bebé acudió al centro de salud con una grave hemorragia, ante la que los médicos no pudieron salvar su vida.
Aquí hay dos muertes y dos cuerpos. Si el bebé muere sin llega a nacer, podría ser un aborto. Si llega a nacer y lo hacen desaparecer, podía ser”un crimen horroroso”. Tal vez “un parricidio”. Resulta que en un año, sólo en España, se producen más de 120.000 fallecimientos de niños por aborto provocado. Millones, a lo largo y ancho del mundo. Muertes de inocentes. ¿Cuántos de esos cuerpos se han encontrado? ¿Quién los ha buscado? Únicamente si la mujer-madre muere, hay algo de revuelo. De lo contrario todos callan. ¡Cobardes! ¿Es justo aprobar que sea legal matar o trocear a un inocente? En lugar de educar, justifican ese crimen como “derecho y progreso”. Al menos 1 de cada 4 embarazos no llega a su fin. ¡El 95% de las muertes por aborto, las realiza… un médico! Y en algunos casos el mismo estado subvenciona, “la interrupción del aborto”. La mayoría de los médicos son fieles a sus principios, y muchos son objetores de conciencia. ¡Nos hemos vuelto locos! No estamos ciegos. ¡Nos negamos a ver! ¡Pondríamos el grito en el cielo (y con razón) si lo hicieran a un perro, un mapache o una foca! El cuerpo de millones de inocentes ¿dónde está?
Y…finalmente: se olvida que esos cuerpos, esos cadáveres tenían vida, tenían un alma. No queremos saber, o perdemos la memoria de que el alma, de ellos y la nuestra, no muere. La muerte no significa la desaparición del ser en la nada. La conciencia es inmortal. ¡Volveremos a encontrarnos! Tal vez lo deberíamos pensar antes de que sea demasiado tarde. Tenemos que encontrar el camino interior y dar pasos hacia la verdad y la sabiduría. ¡Ellos y nosotros vamos a sobrevivir a la muerte física! ¡Díganselo a la madre antes de que pierda el hijo! Si ya lo ha perdido, también: puede ser una esperanza.
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